lunes, 16 de marzo de 2020

EVALUACIÓN


Evaluación Formativa

Ahondar en la evaluación de los aprendizajes 
es considerar las emociones que despierta en el evaluador y en los evaluados, 
interpretar los contenidos y los modos de enseñar y aprender, los valores que se ponen en juego,
los criterios de inclusión y exclusión, las creencias de los docentes
acerca de las capacidades de aprender de sus alumnos.
Rebeca Anijovich


La evaluación desde el enfoque formativo además de tener como propósito contribuir a la mejora del aprendizaje, regula el proceso de enseñanza y de aprendizaje, principalmente para adaptar o ajustar las condiciones pedagógicas (estrategias, actividades significativas, planificaciones) en función de las necesidades de los alumnos.

Desde este enfoque, la evaluación favorece  al desarrollo del aprendizaje de los estudiantes como resultado de la experiencia, la enseñanza o la observación. Por tanto, la evaluación formativa constituye un proceso en continuo cambio, producto de las acciones de los estudiantes y de las propuestas pedagógicas que promueva el docente (Díaz Barriga y Hernández, 2002). De ahí que sea importante entender qué ocurre en el proceso e identificar la necesidad de nuevas oportunidades de aprendizaje. De esta manera, el proceso es más importante que el resultado y este se convierte en un elemento de reflexión para la mejora.

El enfoque de evaluación formativa considera la evaluación como parte el trabajo cotidiano del aula y se utiliza para orientar este proceso y tomar decisiones oportunas que mejoren  logros de aprendizaje  de los estudiantes. 

La evaluación formativa no refiere únicamente a considerar el accionar de los estudiantes, sino también al de los docentes, pues sus resultados involucran a todo aquel que interviene en el proceso de enseñanza y aprendizaje, incluida la familia. Por lo tanto, se convierte en el indicador de cómo ese quehacer colectivo infiere en el desempeño hacia la búsqueda de la calidad educativa.

El año 2019 se promulgó la norma técnica que orientaba el proceso de evaluación de los aprendizajes. Esta norma no se quedaba con una evaluación meramente de calificación, sino que la evaluación formativa adquiría un mayor protagonismo. Ya no solo era poner notas numéricas; era describir lo que hacía y no hacía el estudiante para retroalimentar y mejorar sus aprendizajes. La norma misma lo explica: “Tiene carácter formativo porque incide directamente en la mejora de los aprendizajes”.

¿Qué otras características tenía la evaluación formativa, de acuerdo a la norma del 2019?
La evaluación no solo es el resultado final de todo el proceso pedagógico desarrollado en un mes, bimestre, trimestre o al año, sino que es también parte de ese mismo proceso pedagógico en el día a día: cuando los docentes despliegan sus estrategias de enseñanza, pueden ir reconociendo logros y dificultades de manera que permita “retroalimentar los aprendizajes de los estudiantes y la propia práctica pedagógica del docente, con la finalidad de mejorar y alcanzar los propósitos previstos”. Por otro lado, la evaluación se utiliza para planificar de acuerdo a las necesidades y potencialidades de aprendizaje identificadas. La planificación y la evaluación son dos procesos que operan juntos porque se retroalimentan mutuamente. Las competencias son el objeto de la evaluación, lo que implica que entre otras cosas se observe y analice los desempeños de los estudiantes al poner en juego varias capacidades de la competencia frente a situaciones retadoras, reales o simuladas.
Las producciones o actuaciones del estudiante se convierten en evidencias que se analizan a la luz de los criterios de manera de conocer su nivel de logro, así como sus dificultades y fortalezas, de manera de orientar la retroalimentación de modo más óptimo.La retroalimentación es el centro de la evaluación. Contribuye no solo a que el estudiante reconozca sus propias potencialidades y dificultades, sino que con el tiempo aprenda también a gestionar su propio aprendizaje de manera autónoma.Para evaluar es indispensable contar con criterios que sirvan de referente para emitir juicios de valor que permiten observar y valorar el progreso de los aprendizajes de los y las estudiantes. Estos criterios son los estándares. A partir de estos estándares se generan desempeños, que son descripciones más específicas.
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5 aspectos a considerar en una evaluación formativa
  • Una evaluación que pueda responder claramente a los interrogantes: ¿hacia dónde vamos?, ¿dónde estamos? y ¿cómo podemos seguir avanzando?
  • Una evaluación que enseñe si el estudiante realmente aprende o, en su defecto, permita crear estrategias para corregir las dificultades.
  • Una evaluación que maneje diferentes técnicas e instrumentos, en cuyos criterios, los estudiantes comprenden con claridad, lo que se espera de sus desempeños.
  • Una evaluación donde se cambie el paradigma punitivo del error, en donde este sea considerado como una oportunidad para el aprendizaje.
  • Una evaluación cuya finalidad principal no sea calificar al estudiante, sino disponer de información que permita saber cómo ayudar a mejorar su aprendizaje y para que el profesor aprenda a hacer un trabajo cada día mejor.
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